“La mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate ni otras manos le acaben que las de la melancolía”, Sancho Panza. El Quijote.
“El Glison” es causa de polémica, también de elogios en la fiesta brava. La crítica más conservadora quiso acabar con él, pero las ovaciones del gran público fueron indiscutibles de 1985 a 1996, su mejor época, con las plazas abarrotadas y el boletaje agotado.
En su juventud viajó por el mundo, desafió al peligro en toda clase de oficios y triunfó como nadie entre los novilleros. Era raro no verlo morder el polvo, pues fue golpeado infinidad de ocasiones en 26 años de carrera hasta casi llevarlo al retiro.
“Antes que lo mate un toro, vea al ‘Glison’”, se anunciaba en Saltillo, su ciudad natal. En exclusiva descubra las hazañas del matador coahuilense bajo la misma advertencia.
¡OLÉ, MATADOR!
Para los puristas de la tauromaquia, este hombre no tiene cordura, es un excéntrico o hasta suicida; para otros que lo admiran, es espectáculo, un fenómeno, o sólo se refieren a él como dicta el argot taurino: genio y figura. Pero para ningún fanático es indiferente.
Ante la bestia bruta la pasión brota y el torero nada teme. Se ufana de retarla, de jugar con ella. Puede parecer falto de razón, pero no retrocede.
“Yo estoy dispuesto a salir en hombros o en camilla”, prometió muchas veces. Frase que raya en la exageración, nadie la tomó en serio; pero para el espada nativo de Coahuila es su consigna en cada coliseo. En ambas circunstancias ha hecho valer su palabra.
Don Quijote prefirió jactarse de cuerdo antes que morir loco, se acobardó; “Glison” no lo haría. Una tarde se aferró a la vida en 1987. “Fue una cornada mortal”, recordó. Y le iban a amputar la pierna derecha. Contra todo pronóstico, la salvó, volvió a caminar… y a torear.
Los 69 festejos de ese año como novillero los frenó un toro bravo que lo mandó al quirófano y orilló al retiro. Parecía hundido por la melancolía, pero resurgió en grande dos años después.
De la tierra del maestro “Armillita”, tras su regreso soportó burlas, injurias y el boicot de toreros, pero hizo historia más que ningún otro en México con la mejor carrera novilleril y el mejor primer año de alternativa (1990-1991). Hombre de récords, el primero aún no se rompe.
Hoy, a la edad del Quijote —pero mejor conservado—, a sus 50 años, Jorge de Jesús Gleason Berumen continúa en activo luego de 600 festejos, 37 cornadas, 16 fracturas y 12 indultos.
Después de agitar la muleta hasta en Armenia, pescar salmón en Alaska, cazar tiburones en playas de Sinaloa y ser traficante de whisky en Pakistán, el torero saltillense aspira a crear el rejoneo “a la mexicana” y hoy aprende del mejor, con el español Diego Ventura como mentor.
Enlace al periódico Zócalo Saltillo:
http://www.zocalo.com.mx/seccion/articulo/de-poeta-y-loco...-el-glison/