Miguel García
Zócalo Saltillo
Foto: Gabriela Balleza-Miguel García
Desde que Dizzy “Gardenia” Davis se ganó fama en cada ring de México durante los años 40 por regalar flores a las damas y subir al ring con un mayordomo que lo peinaba, han existido en nuestro país los gladiadores que eligen para triunfar la tercera vía dentro de la lucha libre nacional a favor del buen olor y la elegancia en el vestir.
Con sus disfraces de carnaval, lentejuela y color pastel, el lagunero Bello Rubí, a sus 23 años de edad, se suma con maquillaje y todo a la legión de Coahuila que explora el dandismo y las finas maneras en un ambiente muy hostil como el de los luchadores gay, donde son reinas Pimpinela Escarlata, también de Torreón, Coahuila, y Cassandro, “La Diva de Juárez”.
“No nos queremos. Entre jotos no nos aguantamos”, dijo. “Si entre mujeres no se hacen daño, con nosotros es diferente, nos hacemos garras”, recalcó el miembro de la Ola Rosa, previo a disputar la lucha estelar en la Arena Pavillón del Norte.
No son rudos ni técnicos por entero. Por su similitud con las atrevidas bailarinas y vedettes de la época de oro, la prensa abrió una tercera categoría en el deporte del costalazo y los llamó exóticos. Aunque…
“Rudos, pero elegantes”, decía Sergio El Hermoso. “Nuestra aristocracia en el ring no tiene igual. Somos la clase en la lucha”. Su estilo más picante e irreverente, que a veces sobre pasa límites sin empacho, los acerca al bando rufián.
De modales distintos, con ademanes que sugieren homosexualidad y mucha dosis de audacia y valor, Bello Rubí sube al enlonado para dar buen espectáculo. Aunque se enojen sus rivales, él mete mano, los besa y acaricia. Incluso el público es blanco de sus arrebatos.
‘LOCA’ POR JUEGO
Una de las principales actitudes del exótico es que “exhibe sin recato su preferencia sexual y reta los ánimos homofóbicos”. Pero eso no incomoda al joven gladiador. “Todo empezó como un juego”, aclaró, aunque con maestros como Dany Gardenia y Dulce Paola, su ruta parecía trazada al dar el salto a profesional.
“Una vez faltó un exótico y me dijeron que si me animaba a salir de exótico”, recordó. “Me quedé con el personaje y ahí va e nombre de abajo hacia arriba poco a poco”. Con 8 años como luchador profesional y 6 usando el frívolo personaje, conoce los secretos del éxito en la nueva generación.
¿Y cuál es la clave para ser buen exótico?
Que no te dé pena nada. No puedes tener vergüenza de nada. Debes sacar tu lado femenino que todos los hombres tenemos. Hay que sacarlo y demostrar lo que somos.
¿Cómo hacerlo sin vergüenza?
Sólo se da. Cuando te tomas una cerveza, empiezas a jotear o imitar a Juan Gabriel. Todos tenemos un joto adentro.
“Todo hombre tiene un joto adentro”, sonrió con picardía.
¿Qué los distingue a ustedes?
Nosotras no sabemos lo que es la tristeza arriba del ring. Ahí subes siempre con una sonrisa.
La pregunta frecuente en la afición: ¿Los exóticos son o no son gay?
“Pues sí soy”, advirtió en un tono acorde a sus maneras. “Vengan para que vean que uno jotito sí es de veras, de veras”.
¿Por qué elegir la ‘Ola Rosa’?
Es algo bonito porque no se ve todos los días. Luchadores normales hay miles; exóticos somos pocos y contados. Siempre hay que catalogarse por algo diferente.
¿Ha sido sencillo interpretar el personaje?
De más joven era un poco serio y también era muy agresivo. La lucha libre me dio la calma, la pausa para sacar lo que tenemos adentro. Aquí nos desquitamos de todo. Así como la gente viene a sacar el estrés, uno igual.
¿Alguna anécdota divertida?
Ahora que iba en carretera, me pararon los retenes y te hacen sacar las cosas. Ahí vieron mis trajes, batas de la lucha y trajes de baño. Y me preguntaron: '¿Oye, pues tú qué eres o qué?'.
“Pues soy niña”, sonrió. “Es lo más incómodo que puede pasar. Pero estamos acostumbrados por tanto tiempo”.
¿La afición te acepta o rechaza el apapacho?
Hay de todo. Hay personas que se prestan. Hay que saber medir con quién vas a llegar porque recibes un golpe o una patada de gente que no le gusta esto. O también puede ser un abrazo o beso. Me ha pasado, de lengüita y todo.
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