Miguel García
Zócalo Saltillo
El único sobreviviente de aquella tercia que detonó el boom de las triadas entre los años 80’s y 90’s en México, es el incansable Negro Navarro, gladiador aún hoy en activo con 53 años de edad y mentor de los iniciados en el ring según cánones de la vieja escuela.
El último de los extintos Misioneros de la Muerte —que nacieron en un combate tras dejar al borde del infarto por su extrema rudeza al Santo “El Enmascarado de Plata”—, es hoy un predicador del estilo clásico, un nuevo misionero del llaveo al ras de lona.
El Negro lidera una cruzada por rescatar el arte de la lucha libre que se exhibe por el suelo, ese género de “amarres” arriba del ring que, junto a otros maestros del oficio como Solar, han hecho su carta de presentación en cada coliseo.
“Nosotros nos hicimos con la verdadera lucha, la lucha seria, de llave contra llave y de golpes serios, no con las cosas falsas que se ven hoy en día…”, recordó en alusión a su mejor época en la “Cueva de los Independientes”, el Toreo Cuatro Caminos.
“Muchos jóvenes piensan que la lucha es estar volando, que la lucha extrema es romperse lámparas, poner mesas y quedarse ahí diez minutos en lo que llega otro. Y eso se ve muy falso”, recalcó acerca de un deporte con su veracidad en entredicho.
MEJOR NEGRO
Un niño que daba grasa y vendía chicles en Aztcapozalco creció entorno de máscaras con valor de tres pesos en la Arena Coliseo, se compró las que pudo, de El Santo a Huracán Ramírez. Antes de entrar al “toppling” (lucha profesional) representó por tres años en lucha olímpica al Deportivo Oceanía de la Ciudad de México desde los cinco años.
Más maduro, se mudó a los Baños “La Providencia” donde entrenó al lado de sus compañeros, sin la guía de maestro alguno. Era un autodidacta en el deporte de las trompadas y azotones.
Cuando empezó sus primeras giras en arenas pequeñas, se presentó como La Bestia o el Bello loco; cuando ingresó a la Comisión de Box y Lucha y al Sindicato de Luchadores, se puso Negro Navarro, Navarro por su madre, y Negro por el color de su piel.
HERALDOS DEL
FIN PLATEADO
Los Misioneros no eran fieros, eran sanguinarios; concluían sus pleitos tintos en sangre para bajar de su pedestal a ídolos como Dr. Wagner, Ángel Blanco o Ray Mendoza. “Era nuestro sistema andar sobre ellos, tumbar cabezas y ganarnos nuestro lugar”, reconoció el Negro.
“Era ‘lucha extrema’ porque había pleitos regios para quitar a personajes del núcleo de élite como Solitario o René Guajardo. Uno tenía que llorar para llegar a esos sitios”, mencionó.
El inicio de sus fechorías ocurrió el 2 de noviembre de 1982, en el Toreo de Cuatro Caminos, con un elenco de lujo. El Perro Aguayo, Texano, Signo y el Negro lucharon contra Huracán Ramírez, Solitario, El Santo y Gori Guerrero.
“Tenemos una lid con ellos donde sale El Santo un poco mal, casi te podría decir que muerto”, recordó. “En ese tiempo nosotros jóvenes, él ya grande, nos queríamos comer el mundo”.
“Fue casi su despedida después de ese encuentro por el hecho de que le retiraron su licencia, ya no podía luchar. Se lo llevaron directo en camilla al hospital”. Tiempo después Héctor Valero, director de la revista “El Halcón”, los bautizó por eso Misioneros de la Muerte, para inspirar el surgimiento de tríos épicos como Los Villanos, Los Brazos o Los Cadetes del Espacio.
—¿Considera usted que esa tercia pudo haber retirado al Santo?
Sí, pero no es ningún elogio, porque si lo hubiéramos agarrado en sus mejores tiempos, a sus 30 años, hubiera sido difícil. Creo que el señor estaba cansado; hay que reconocerlo.
—¿Hubo problemas con la afición?
Hubo algunas asperezas con la gente; nos llevaron a los vestidores. Luego no sé si fue inmadurez mía como profesional o me sentí muy gallo, pero la familia del Santo estaba triste, acongojada, y cuando salí me burlé de ellos. No era admirable.
Pero tuve la oportunidad de disculparme. Me quité un peso de mi corazón, porque sé que obré mal al calor del combate. Lo hablé con el Santito Jr. y me perdonó, incluso me ha llevado a Europa, me debutó en el Toreo como réferi de lucha y llevamos muy buena amistad.
DE RUDO A PULCRO
Definido como un atleta versátil, trabaja diario su técnica y fuerza en el gimnasio porque la competencia es dura en los carteles de las arenas y sabe de las estrellas con bonita cara, buen físico y aptitudes de baile que ahora venden su imagen en el ring.
Serán estrellas de la televisión, sin embargo, él no los reconoce como luchadores. “Hoy se ganan los lugares por compadrazgo o por darle una botella al promotor”, señaló.
“No entro al juego de los muchachos. Mi trabajo es ser luchador”, aclaró. “Si me avientan una tijera, sé cómo agarrarlos, pero cuando quieren entrar a mi ritmo no pueden… en un momento los aplaco, porque no tienen el recurso ni el conocimiento”. La prueba es para sus rivales.
De lucha volátil, circo y payasada, así se refirió el Negro a la tendencia del pancracio nacional y enfatizó que lucha japonesa desbancó a la mexicana como la mejor del mundo.
“La lucha se está perdiendo, todo se está haciendo aéreo”, resaltó en vista de lo que sucede en el cuadrilátero, donde además se bajan calzones, se baila o insulta a la afición. “No se ve lo que se hacía antes, un buen final, una buena llave… La lucha que realizo con otros compañeros es versátil, de cosas novedosas que la gente no ha visto”.
—¿Cómo se transformó de rudo extremo a un impulsor del estilo pulcro, más técnico?
Esto cambió a raíz de que mis hijos quisieron que yo les enseñara lucha libre. Ellos luchan con el nombre de Los Trauma I y II. Hace seis o siete años a uno lo inscribí en un gimnasio, fui a ver cómo le enseñaban y no me gustó. Pido trabajo en ese gimnasio, me aceptan e inició mi carrera como profesor. Ahí trato de recuperar lo que se está perdiendo.
—¿Para usted qué significa el llaveo al ras de lona?
Todo lo que es la lucha libre, la lucha de verdad. Es un arte.
—¿De qué está compuesto ese tipo de lucha?
De lucha base, que es la lucha olímpica, grecorromana e intercolegial libre; fue lo que yo aprendí en los tres primeros años que estuve dentro del deporte amateur.
No es de maromitas, sino saber agarrar, saber rendir a una persona; desde que lo tome del brazo debe tener un movimiento para rendirlo, llevárselo de suplex o voltearlo para que le cuenten las espaldas planas. Ya después vienen llaves más sofisticadas.
“La lucha libre es un espectáculo, no un circo romano. Se necesita entrenar y saber donde apretar para guiar al compañero. Ahí yo le doy un complemento. Para no sentir ese dolor se va a ir con ese movimiento y yo se lo cambio para guiarlo a otra cosa”, describió.
Otra de las tradiciones que se ha perdido es lanzar dinero al ring. En la lucha, es como levantar el pañuelo en los toros, como cortar rabo y orejas. “Es una forma de reconocimiento de la gente. Se ve muy pocas veces y eso es cuando a la afición la convence uno, está contenta con el trabajo y ve que lo que hacemos es de atletas”, refirió.
RETORNO A BASES,
¿BATALLA PERDIDA?
El Negro alude como origen del desprestigio de la lucha a la poca exigencia del público, los falsos maestros, el pobre desarrollo de prospectos y la labor fácil de los consagrados. Navarro tiene una explicación: todo desemboca en que no saben de lucha porque ya no se practica.
“Es muy difícil convencer a la gente de lo que estamos haciendo porque tienen mucho tiempo viendo otra cosa”, precisó. “Nuestra ventaja es que por lo que sabemos y la seriedad que le damos al deporte, la gente se va metiendo poco a poco”.
El resultado de esas demostraciones de poco respeto al oficio repercute en todo el gremio. “A mí me da mucho coraje que los luchadores de hoy en día sean muy falsos y faltos de disciplina y amor a la lucha libre… Cuando me inicié en la lucha di mi vida y la daría otra vez”, resaltó.
—Se ve su cara sobria cuando le toca luchar contra un exótico u otro extremo, lo evade, se le nota rejego a no entrar en ese tipo de combate, ¿por qué?
Todos tenemos un tipo de lucha y trabajo. El papel del exótico es andar joteando y con sus desplantes, pero yo no entro a su juego porque a mí me enseñaron a ser serio dentro del deporte. Para mí no es un chiste. Yo me preparo todos los días.
En México dicen que la mejor lucha es la mexicana y, para mi gusto, no lo es. Para mí la lucha más fuerte y la mejor es la japonesa. Allá la gente es muy disciplinada; si no entrena, si no van al gimnasio, no son luchadores.
ADIÓS A UN MAESTRO
Con la cabellera de Pepe Casas como su máximo trofeo, Negro Navarro está consciente del deterioro de sus facultades pero alarga su actividad en el ring a diez años más.
“Me dolería retirarme de la lucha libre. Hay otras opciones, quedarme como réferi o profesor, pero no es lo mismo”, aclaró. “Vivir el espectáculo, que le chiflen a uno, que le digan majaderías, no hay nada comparable con estar arriba del ring”.
“He tenido mis lesiones, pero Dios me ayuda”, añadió. “Tengo la fortaleza y la psicología de echarle ganas aunque me duela un hueso. Yo me alquilé para que la gente vea mi espectáculo”.
Si se va a corto o largo plazo, el gladiador experto en las técnicas de sumisión con elegancia, se irá contento con los galardones de sus batallas. Fishman le quebró la quijada, su frente está dividida por las cicatrices, sus bíceps están rotos.
“Mostrar mis oídos, para mí tener las orejas deformes, es un orgullo”, confesó. “Le llaman la oreja de coliflor, es como una medalla. Era requisito tener las orejas así”.
—¿Usted recomendaría como deporte igual que el futbol o beisbol a la lucha libre?
Sí, siempre y cuando les guste. No es un pasatiempo. Es un deporte de verdad, serio, de contacto, van a salir lastimados. Pueden hacerlo como hobby, pero con un buen profesor que los guíe. Muchas veces los profesores de hoy no saben ni rodar y lo que van a hacer es lastimar a los muchachos.
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