Zócalo | Saltillo
Foto: Gabriela
Balleza-Cortesía
“Como hay un Baby
Rap y un Príncipe (en Monclova), pues yo soy el King. Rey sólo hay uno y es de
Saltillo”, aclaró el luchador rudo que cuida cada detalle para dar identidad
sólida a su personaje arriba del ring con carisma y ruindad. Si lo cortés no
quita lo valiente, la alegría del baile tampoco lo rufián.
Aunque
todo comenzó como un juego para hacer deporte, hoy vive la lucha libre más allá
del límite, en estilos que van del esteta hasta el rudo extremo, terminando
tinto en sangre y con el grito en el cielo al hacer uso del carrito del súper
como arma letal.
Al ritmo
del ‘hip-hop’, en la esquina de las maldades carga baterías y explota en cada
asalto todo el ‘flow’ de marrullerías. Con dos cabelleras en sus cuatro años de
carrera, busca tocar la gloria ahora en la Arena Pavillón del Norte y situarse
en la lista de los mejores gladiadores locales.
Fanático del sonido
y las rimas relacionadas con dicha música, vio la forma de proyectar en su
segunda identidad el gusto por ella. Pero la vestimenta no es el factor de su
éxito. Su estilo de lucha y simpatía sobre el ensogado le brindan el cariño de
la afición y sólo espera la oportunidad en su nueva casa para causar estragos
entre las facciones técnicas a otro nivel.
Después de castigar
duro y hacer chillar al ídolo del bando limpio, unos pegajosos pasos de baile
son la marca de su fanfarronería para tomar la victoria en sus manos. Pedante
no sólo con los pies, amenazó pícaro: “Todos los rivales son duros, pero
siempre ganamos los rudos”.
“El rap a mí me
gusta desde los nueve años. Mi hermano mayor era fanático de una disco parecida
al Kumbala en los 90’s”, recordó. “Él pertenecía a un grupo, Los Ángeles del
Rap, bailaba, me gustaba cuando ensayaban y le copié muchos pasos”.
PUROS TRUHANES
Por su sangre no
corre la genética del gladiador como en otros compañeros; él se ha hecho solo a
base de dolor y esfuerzo, no goza del respaldo de un padre o abuelo luchador,
pero gracias a su coraje y devoción por el deporte del costalazo consiguió el
respeto de sus compañeros desde su debut en la Arena Popeye.
A final de
cuentas, King Rap es de sangre azul por antonomasia, pero por casualidad el
rufián intendente de una escuela se casó con Elisa Fabiola, hermana del
Guerrero Negro Jr., Guerrero Negro II e Hijo del Guerrero Negro.
La dinastía rufián
dota de abolengo a sus miembros, pero no arropa a cualquier luchador bajo el prestigio
del clan. Sin embargo, el Rey le ha sacado brillo a su corona ganando el
derecho de piso en las luchas tercera, especial o semifinal, en espera de hacer
sociedad vil con sus hermanos políticos. “A final de cuentas, terminé con
familia dentro de la lucha”, dijo.
Después de
entrenar por siete meses bajo la guía de Spartan Boy, Negro Rivera, Mulato de
Oro y Comando Negro, King Rap debía saltar al ring por primera vez en la Arena
Popeye en marzo de 2008.
“Estaban
preparados todos para salir a luchar y entre ellos iba yo. Todos escogieron un
nombre. Mis cuñados debutaron antes que yo”, relató.
Sin saber cómo
bautizar su primer y único personaje, el insomnio lo puso contra las cuerdas
hasta que Morfeo le echó la mano. “Estuve varios días como zombi viendo qué iba
a usar”, añadió. El perfil de su armadura vino pronto. “Todo fue natural, mi
nombre, el diseño y el traje. Yo mismo lo hice. Da risa porque soñé el traje,
lo dibujé en la madrugada y lo mandé a hacer”, confesó.
“Muchos traen la
descendencia de luchador, pero yo inventé mi nombre por lo que me gusta. Mi
hobby es el rap”, reconoció orgulloso.
A SU ‘BEL AIR’
Aunque le gusta
tener actividad en el ensogado, ahora tampoco quiere repetir los errores del
pasado cuando lo “chamaquearon”. Hoy desea alcanzar las estrellas en el Coso de
la Bellavista.
“La gente llegaba
y se iba (en Arena Popeye), muchos nos quedamos y se aprovecharon a explotarnos
con lo poquito que sabíamos”, informó. “Tenían un programa de luchas para cada
fin de semana, de jueves a domingo, con un programa del Inedec que hacían en
las colonias”.
“Nos sentíamos
soñados, pero me doy cuenta al año (de que eran explotados) porque conoces
muchas cosas que pasan dentro y decides establecerte en una arena estable con
reglas y que sean estrictos”, manifestó.
Tras su salida,
estuvo por un año en la Arena Obreros del Progreso y salió de ahí por
situaciones típicas del ambiente. “Inconformidades, chismes. Todo se conjuga,
hay mucha grilla y los compañeros y promotores se basan en algo que no es
verdad”, dijo.
Durante su nueva
etapa como gladiador de la APN, el malandrín saltillense quiere bailar a su
ritmo a los enemigos con la ilusión, sin desesperarse, de subir pronto a la
contienda mayor del cartel cada domingo.
“Todo se va dando
poco a poco. Me han dado oportunidades. Entrando el año, luché en la
semifinal”, admitió. “Pero todo es con calma y con las reglas que tienen las
empresas”.
“Son igual de
serias las arenas Obreros y Pavillón porque tienen la disciplina y no te suben al
viento como al principio a mí me sucedió. Ahí tienes que trepar muros y
montañas para que te des tu lugar, que gustes a la gente, el promotor y tu
instructor”, finalizó, con atención a los jóvenes que aspiran a figurar entre
los cuatro ángulos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario