febrero 15, 2011

El Destructor: Médico y rufián

Su mirada en tinieblas, cada gesto y palabra suya emanan odio. Pero bajo esa otra máscara de mentiras y su pulcra bata de doctor, nadie imagina que hay un rudo de la peor calaña.

No lo sospechan sus pacientes ni los niños del centro médico donde atiende día y noche. Su conflicto está en esa personalidad dividida, entre el joven doctor y el malvado rufián: Destructor.

Para colmo no busca remedio a su mal. Es en Saltillo un dos caras, explota el complejo de Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Contrastan la bondad de uno y la maldad del otro.

“(Soy rudo) sólo por mi ego, por ser alguien diferente, para hacer, decir y verme como quiero”, El Destructor-Luchador profesional.

El binomio de médico-luchador es recurrente en el mundo del pancracio nacional, pero sólo entre dentistas. Están los casos de Villano III y Blue Panther; Dr. Wagner Jr. y Doctor X son galenos por herencia o ficción.

Sereno, en el sofá de su casa, pero con el instinto asesino a flor de piel, platica de su necesidad por crear ese álter ego, una versión siniestra de sí mismo, del servicial galeno, tras la capucha inspirada en el cazador de demonios “Spawn”.

“Siempre me di mi tiempo para la lucha libre. Aunque no estaba entrenando, la estaba pensando”.


SU TRANSICIÓN
Nunca lo sería, según confiesa, pero algún día debe volver a la realidad, al lado técnico. Exhala, levanta su tapa, le es difícil respirar. Mejor se la quita. Vuelve la cortesía del doctor.

—¿Qué identidad prefieres ? ¿Te gusta ser el de la máscara o el de bata blanca?


A veces sí me gusta más andar de bata porque los niños te tienen miedo (como doctor). Pero llegas a una escuela o arena (como luchador) y ahí van todos los niños.

“El contraste está cuando necesito revisar un niño, palparlo, no se deja, pero con la máscara está detrás de ti y hasta se quiere ir contigo”.

Cada día quiere sanar a las personas que recurren a él; pero el clásico domingo en la arena intenta descuartizar a sus rivales y saciar su sed de dolor.

Una mente perversa puede creer que el médico-luchador sube al cuadrilátero en un negocio redondo, para atraer más “clientela” a su consultorio. No lo dijo el rudo, quizás lo pensó. Todo se puede esperar del Destructor.

"Hay quien arriba es un técnico, una blanca palomita, y al otro día lo ves en el periódico, pero no por el resultado de la lucha, sino porque se robó un carro o una tienda… Y arriba del ring es el ídolo de todos los niños".

enero 10, 2009

Remembranza del 'rey sin corona'


Recuerdo que era la primera vez que llegábamos a la final de ese torneo de fút bol. El año anterior ni las esperanzas de siquiera calificar a la liguilla. Debería de haber sido un equipo de por lo menos diez jugadores, para ayudarnos con los cambios y el dinero del arbitraje; pero éramos seis, la misma media docena de cada juego para afrontar el próximo reto tras cumplirse siete días de abstinencia.Sin embargo, aun así pasamos al gran partido a través de duros encuentros, duelos de talento, garra, "tamaños" y colmillo. En el transcurso del torneo, tuvimos revanchas dulces y goleadas prodigiosas con anotaciones de factura excelente.

Legamos a "El Partido", ése por el que tanto dinero en inscripción y sobretodo en arbitrajes habíamos gastado, con la única esperanza de pisar la cancha de concreto de siempre, la de las mismas maltratadas porterías, la cuarteada y gris de todos los domingos; pero la que en cierta fecha se convertía enel terreno más espectacular e importante para pelear por un "título", un nombramiento que dotaba de cierta envergadura al portador en un momento específico, que lo distinguía entre 80 equipos en un ínfimo instante de escaso orgullo que, sin embargo, nos sabría a triunfo y derrota, que nos encumbraría hasta la cima más alta y, a la vez, nos precipitaría al abismo más hosco y profundo.

Pues, dígame alguien, ¡respóndame si lo sabe!¿Quién podría sentirse, en toda la historia de las competencias, el mejor de su liga local, de su disciplina o de su profesión, superior a cualquier contrincante, portando el trofeo de Segundo Lugar?

octubre 16, 2008

Por avorazados

Una vez hubo un robo en la Iglesia de San José, en Cuatro Ciénegas. Unas personas que no eran de por allí se atrevieron a hurtar las limosnas de aquel domingo, guardadas en la capilla del templo.

Nadie que viviera en mi pueblo trataría de cometer algo semejante. De inmediato sería ubicado con la ayuda de la gente devota y sobretodo por las habladurías, departamentos de investigación más veloces que el del ministerio público.

Mientras todos los habitantes dormían, los ladrones se brincaron la barda que rodea la iglesia y forzaron la cerradura de la capilla. Vaciaron el lugar donde estaban los billetes y monedas sin dejar rastro. Nadie se había enterado, a pesar de que las oficinas de policía se ubican en la misma cuadra. Estos sujetos hubieran perpetrado el crimen perfecto si no fuera por un detalle.

En su ronda habitual, una patrulla recorría el boulevard Presidente Carranza y detectó movimientos sospechosos justo detrás de las jardineras. La costumbre les hizo revisar, pues esos lugares los frecuentan mucho las parejas impacientes.

¡Cuál no sería su sorpresa al encontrar a una tercia de muchachos contando una buena cantidad de dinero regado sobre la banqueta! Sin pensarlo, los oficiales detuvieron a aquellos jóvenes desconocidos (casi siempre, los que van al bote son los mismos de cada fin de semana).

Los chamacos no tuvieron escapatoria porque aún cargaban el botín completo; no se habían detenido a ocultarlo y lo llevaban en las bolsas del pantalón, en sus sombreros texanos, en las camisas hechas costales y hasta en los zapatos.

El colmo más grande fue que para contar lo obtenido y repartírselo con justicia, estos incautos delincuentes se habían puesto bajo la luz de un farol en pleno despoblado.

octubre 08, 2008

El olor de Dios

"¡Qué miserable era el olor de este Dios! ¡Qué ridícula la elaboración del aroma desprendido por este Dios! Ni siquiera se trataba de incienso verdadero; lo que salía de los incensarios era un mal sucedáneo, falseado con madera de tilo, polvo de canela y salitre. Dios apestaba", Süskind, Patrick, El perfume. Historia de un asesino.

Ok, me encantó esta novela :D y la película también >D, y todavía maneja un tanto de existencialismo ... 86: Es decir, sin palabras (t) jajaja