enero 10, 2009

Remembranza del 'rey sin corona'


Recuerdo que era la primera vez que llegábamos a la final de ese torneo de fút bol. El año anterior ni las esperanzas de siquiera calificar a la liguilla. Debería de haber sido un equipo de por lo menos diez jugadores, para ayudarnos con los cambios y el dinero del arbitraje; pero éramos seis, la misma media docena de cada juego para afrontar el próximo reto tras cumplirse siete días de abstinencia.Sin embargo, aun así pasamos al gran partido a través de duros encuentros, duelos de talento, garra, "tamaños" y colmillo. En el transcurso del torneo, tuvimos revanchas dulces y goleadas prodigiosas con anotaciones de factura excelente.

Legamos a "El Partido", ése por el que tanto dinero en inscripción y sobretodo en arbitrajes habíamos gastado, con la única esperanza de pisar la cancha de concreto de siempre, la de las mismas maltratadas porterías, la cuarteada y gris de todos los domingos; pero la que en cierta fecha se convertía enel terreno más espectacular e importante para pelear por un "título", un nombramiento que dotaba de cierta envergadura al portador en un momento específico, que lo distinguía entre 80 equipos en un ínfimo instante de escaso orgullo que, sin embargo, nos sabría a triunfo y derrota, que nos encumbraría hasta la cima más alta y, a la vez, nos precipitaría al abismo más hosco y profundo.

Pues, dígame alguien, ¡respóndame si lo sabe!¿Quién podría sentirse, en toda la historia de las competencias, el mejor de su liga local, de su disciplina o de su profesión, superior a cualquier contrincante, portando el trofeo de Segundo Lugar?