Zócalo | Saltillo
Foto: Miguel
García-Cortesía
Sin que sea su
obligación ni nadie lo demande, sólo por su deseo de que la lucha libre
sobreviva en Saltillo, Víctor Martínez continúa organizando funciones desde
hace 28 años en la Arena Obreros del Progreso.
Mejor conocido como Costeñito
Moy, el gladiador semi retirado conserva vivo el histórico recinto que resguardó la
época dorada del deporte en la capital coahuilense.
“No tengo ningún
familiar que haya sido luchador. A mí me nació esto, me gusta y lo siento. No
quiero que esto se acabe, no quiero que muera”, enfatizó quien usa como equipo
sólo botas y calzón.
Sin embargo,
aunque la respuesta del público ha ido a la baja, ha sabido traer con
sacrificios a destacados exponentes del pancracio nacional. Desde Último
Guerrero, Pimpinela, Pierroth y los Piratas hasta Las Parcas.
“Cuando bajaron
las entradas, platiqué con un grupo de muchachos y les dije que no nos iban a
cobrar la renta del local y del ring. Yo no puedo estar pagando lo que no tengo”,
relató. “Si quieren, echamos para adelante y lo que salga ahí les va. Aparte,
¿los muchachos dónde van a practicar el deporte? Aquí estamos en el centro
histórico”.
Nacido en
Monterrey, Nuevo León, sin nadie en la familia relacionado con el gremio
luchístico, su debut en los encordados
se remonta a Monclova, Coahuila, en 1968.
Hoy, a casi 45 años de trayectoria, además
de organizar las veladas de azotones y porrazos, también es parte importante de
una de las familias más arraigadas en la lucha libre local y uno de los íconos
del deporte local para aficionados y jóvenes practicantes.
Su hija es
Gatúbela, vive en Pachuca, y tiene por nietos a Maligna y Ángel del Infierno,
hijos del Chavo Lomelí, uno de los tres Hermanos Diablo. Por ello, se siente
satisfecho de ver crecer su propia semilla dentro del espectáculo de máscaras,
patadas voladoras y lances suicidas.
Su etapa para
organizar funciones comenzó en la Arena Otilio Zurdo Galván hace 35 años. Se
pasó a la Sociedad Mutualista Saltillo Oriente, luego a la Arena Obreros entró
a trabajar para instalarse ahí hasta hoy y reanudar las míticas noches de lucha
libre en 1984 junto al promotor Marcos Zúñiga.
Hecho
luchísticamente en Monclova bajo la asesoría de maestros de antaño, vino a
Saltillo en 1973 para encontrar pronto cabida en las funciones del Deportivo
Madero, localizado en Hidalgo y Niños Héroes.
“Cuando empecé
antes no era tan fácil subir a un ring y decir yo soy luchador”, recordó “En
ese entonces la lucha era más fuerte, estaba uno más preparado porque así lo
enseñaron. Hubo varias rivalidades. Alcancé a luchar contra Imperio Rojo, uno
me hizo su compadre (Halcón Morales)”.
En un comienzo,
Moy inició enmascarado con el nombre del Fantasma. “En esos años no había quien
te hiciera equipos y había un muchacho que se dedicaba a hacerlos tejidosa
mano. Hizo una máscara de mezclilla con el antifaz de Blue Demon”, añadió. Pero
cuando entró al quite en la lucha estrella para suplir a otro luchador, lo hizo
en calzón, con zapatillas y sin tapa. Esa sería su indumentaria final.
El misterio de su
nombre es sencillo. Cuando empezaba, en Acapulco, Guerrero, había un boxeador
llamado Costeño Morales, andaba en su apogeo y así lo eligió. Pero para que no
sonara despectivo, agregó el diminutivo. También llegó un luchador de España al
DF, Carlos Moll, y conjugó todo pero con i griega.
DE OTRO TIPO
Aunque en su
carrera obtuvo máscaras y cabelleras, la mayoría las tiene en el olvido, pues
para él luchar cara a cara contra gladiadores de élite en México, contar a los
amigos y vivir grandes momentos arriba del cuadrilátero, es su mayor
recompensa.
“La lucha libre es
muy bonita, quizás ahorita esté en un bache.
Tal vez dinero no me dejó, pero me dejó muchas satisfacciones”, recordó
Moy desde su oficina depositando múltiples fotos sobre el escritorio.
“Primero (fue)
una familia, porque a mi mujer la conocí aquí y junto con mis hijos ha vivido
en el entorno de la lucha libre. Nunca ha habido una queja. Afortunadamente me
tocó una buena persona como esposa”, dijo.
Uno de los
reconocimientos más grandes para él es tener amigos luchadores alrededor del
país. “Se siente bien bonito que tengas tanto conocido entre los luchadores de
nivel nacional”, comentó. “He ido a la Ciudad de México y a la lucha en la
Arena México y Coliseo. Te topas con la mayoría de los luchadores que has
traído y te saludan”.
“Alguna gente
nomás ve (a luchadores estrella) en la televisión o las revistas y ellos se
acuerdan de mí. Con ninguno tuve ningún problema, con nadie he quedado mal”, se
jactó. Pues su propia experiencia, lo marcó cuando el promotor no le pagó hace
años en Nueva Rotista y lo dejó a su suerte junto a sus compañeros para
regresarse de aventón a Monclova.
“Más que máscaras
y cabelleras, que sí me gané por ahí algunas, fue alternar con gente de México
porque agarras más experiencia, pues te sientes nervioso al enfrentar una
persona así”, manifestó.
“Tengo infinidad
de luchas que di. Todavía no acaba uno de aprender, pero el que se acaba es
uno. Estoy semi retirado, no quiero dar otro tipo de impresión. Para mí la
lucha lo fue todo”, señaló con respeto por el deporte.
Una ocasión en la
Arena Olímpica de Monclova, ubicada frente a la Central de Autobuses, platicó
antes de su combate contra Rodolfo Ruiz, padre de Averno y figura nacional en
ese entonces. “Me sintió nervioso. Lo que yo sé usted lo sabe. Vamos a dar
espectáculo a la gente. Lo que yo le haga a usted se lo va a quitar y yo
también. No se asuste porque yo soy (figura)”, relató.
TABLA
Nombre de pila:
Víctor Manuel Martínez Ávalos
Nombre de batalla:
Costeñito Moy
Otra identidad:
Fantasma.
Trayectoria: 42
años como luchador y 28 como organizador de funciones.
Maestros:
Luchadores de antaño en Monclova.
Debut: 1968 en
Monclova, Coahuila.
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